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Wednesday, April 22, 2020

Mensaje a la iglesia de Laodicea.

 El pastor Eduardo predicó hoy: 



Mensaje a la iglesia de Laodicea.

Apocalipsis 3:14-21
1Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea:
«El Amén, el Testigo fiel y verdadero, el Principio[a] de la creación de Dios, dice esto: 15 “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16 Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. 17 Porque dices: ‘Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad’; y no sabes que eres un miserable y digno de lástima, y pobre, ciego y desnudo, 18 te aconsejo que de mí compres oro refinado por fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se manifieste la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos para que puedas ver. 19 Yo reprendo y disciplino a todos los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete. 20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo. 21 Al vencedor[b], le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono.

La Iglesia en Laodicea es la última de las Siete Iglesias de Asia a las que Jesús dedica el Libro de las Profecías Finales, Su Apocalipsis, capítulos de 1 al 3. Históricamente, ellas eran comunidades del cristianismo naciente, ubicadas en la llamada Asia Menor, que hoy corresponde a la parte occidental de Turquía. tibios corresponde a nuestra indecisión en el Bien, en las buenas acciones. Es cuando “nadamos entre dos aguas”, conforme el dicho popular. De esa forma, al llamarnos la atención sobre esto, Jesús nos está exhortando a no desistir en medio del camino, a perseverar en los compromisos que resultan en el verdadero Bien de nuestra familia y comunidad. Como también, a no ser indiferentes ante los desafíos personales y colectivos.Porque, al actuar así, mantenemos en nosotros la llama de la Esperanza siempre encendida, neutralizando todo el odio, cesando las guerras y la indiferencia, primeramente, dentro de nosotros mismos. 


A partir de ese conocimiento, vemos la necesidad de entonces ser “calientes”, es decir, actuar con decisión firme en lo que es correcto, justo, ético. Y para vivir de esa forma, la Religión del Tercer Milenio nos llama la atención hacia el camino traído por el propio Cristo, en Su Nuevo Mandamiento:  “Amaos como Yo os he amado. Solamente así podréis ser reconocidos como mis discípulos, si tuviereis el mismo Amor unos por los otros” (Evangelio, según San Juan, 13: 34 y 35).

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